jueves, 5 de marzo de 2009

El hijo que nunca tuve y el que nunca tendré.


[Start now]

(Game started, welcome. And now, with your permission, I’m going to do my stuff.)

Entramos al juego, de la conciencia y la perdida. Uno de mis tangos preferidos palpita en mi oído mientras en mis entrañas resuena la melodía oscura, porque, el smogg es así.

Sol de mi vida … Y reconoce.

Debíamos de ser separados, como siameses por bisturí de hielo, no hubo quien no supiera del final.

Las estrellas fueron quienes danzaron la melodía del cosmos y el porvenir del cual soy ferviente admiradora que mientras que derrama saliva asiente y presiente.

Si bien la química me consumió al mango durante quince días se dice que valió la pena, como toda aventura (y se entrelazaban, si, las uniones químicas). Covalente dativa, pensar que si se quiere se lo relaciona con la realidad y encaja como perfecta tuerca. (Claro que hace un año atrás escribí mi biografía basándome en estructuras químicas, tabla periódica y sales de todo tipo).

Si la imagen no reproduce la realidad es porque ese fue el objetivo, si bien cargo de color y desenfreno alguno de lógica es porque lo deseo así, cuando es en realidad lo único que no hago mal, porque lo hago … con la carne tierna a punto caramelo, que late y sangra. Y no para de sangrar.

El hijo que nunca tuve y el que nunca tendré.

Zona sur, tango, caída, humedad. Cemento, del más frío y poroso. Fui feliz como todos esos momentos en los que mi estado anímico es modificado por agentes químicamente externos, que se ingieren con el fin de fisurar, entumecer cerebros que están al pedo.

Siempre voy a querer morir por aspirar de más.

[Game over.]

[Try again?]


-Later-

2 comentarios:

María Ethos dijo...

me encanta cuando los gallegos dicen 'joder'.
carajo.

Druida del Sur dijo...

es el ultimo remedio viste...