lunes, 6 de abril de 2009

la piedad.

Diez historias y una noche.
La mano que da de comer, la mano que sostiene de la cintura, la mano que con efecto y afecto miente una caricia, ojo.
Las pequeñas hendiduras lastimosas naturales de la piel hacen al roce que por alguna razón tiendo a llamarlo ‘mentiroso, falso’ como anteriormente hice. Si bien no tengo prueba, ni yo ni nadie, de que esto haya sido ficticio y no puramente carnal y asquerosamente real, creo conceptuarlo como irrealidad ante lo extremadamente crudo que se sabe que fue.
Entonces, decía, que cada lastimosidad natural de la piel que hace a la caricia y al scanneo natural supo pulirse contra diferentes texturas que se posaban sobre lo que pensé sería piedra pero resultó ser carne, y no de ternera.
No hablo del nene, no hablo del vacío y la sopa, hablo del desastre perfecto. De la irracionalidad natural que es impulso del deseo asquerosamente aclamado por el organismo en desesperación de sentirse vivo. Ya no es lo que era, o lo que fue por estos últimos años. No se ha de tornar aburrido, ya que eso implicaría una enfermedad más y un nuevo suicidio, solo que la innovación llama a las grandes masas a revolucionarse y yo como rey, ley y dios determino, impongo y cedo al cambio.

El frío seco del amanecer junto con el deseo de despertar luego de diez horas de sopor dieron cafeína y nicotina como desayuno. ‘Salió a la calle y no vió al auto. Mil pensamientos …’
Y diez historias que no voy a contar.
¿Farsas? Muchas.

1 comentario:

cococcio dijo...

Que dura que sos con una caricia falsa.

igual: que el cambio no se haga esperar.