viernes, 2 de enero de 2009

la obra del odivlo

“Partamos por hacer una precaria pero indispensable síntesis sobre el personaje principal de la obra.

(Nota: si usted desea ver la obra deténgase. El texto a continuación contiene material explicito que restaría sentido si usted procediera a ser público).

El personaje, si bien desde el comienzo se lo nota como contrariado, se mantiene envuelto en seguridad y confianza que parece no existir, y así es. Su esencia, como muy bien aclara en el segundo dialogo del tercer acto, es la colisión y el derrumbe. Como así sucede por dentro, por fuera parece mantener un calmo panorama, pero no se debe olvidar que el objetivo, así mismo como el sentido de la obra en si, repercute en la esencia y la mentira.

Casi llegando a la mitad de la obra, en donde el estallido toma lugar, se reconoce un aspecto esencial para lo que es el entendimiento de la relación del personaje principal y los demás personajes: el negocio. Este mismo, se aclara por si las insinuaciones no fueron suficientes, es siempre producido por el ser ajeno al protagonista, es decir, cualquier otro de los personajes. He aquí el gran conflicto, que durante la segunda mitad de la obra se procederá a intentar resolver. O evadir.

Así mismo, mucho de estos pretenderán ser asumidos por el protagonista como propios, siendo esta la causa del segundo conflicto: la separación, entre la esencia y la culpabilidad -según cree el protagonista-, o la mentira -como sostiene el publico- o también, la ausencia de valor -como consideraron los demás personajes-.

Claramente se puede apreciar el problema planteado más allá de la metamorfosis de las palabras: la ambigüedad de una acción. Es decir, las diferentes maneras en las que, difiriendo la óptica, una misma acción puede ser juzgada bajo la luz de infinitos conceptos y así, variar la visión que los demás personajes sostienen del personaje principal( hasta el momento se encuentran tres visiones diferentes de varios de los grupos ya nombrados dentro de la situación.)

Este personaje en cuestión pretende cargar todo lo que a cuestas pueda sostener, creyéndose responsable (he aquí la culpa) e incapaz de rechazar la tarea. Y así es como arrastra toda culpa y responsabilidad hasta el esperado desenlace. Hasta el final. (El cual fue pensado queriendo crear sorpresa en el público, así mismo, en los demás personajes)

Vale aclarar, para ir finalizando la sinopsis, que los aspectos dentro de la misma que no fueron analizados no fueron producto del abrupto olvidar, si no que en una escala de valores se los comparó con los ya nombrados y una clara falta de necesidad de que aparezcan fue el resultado, dichos ausentes aspectos fueron considerados como definitivamente obvios para el espectador, descartando cualquier posibilidad de que no se vayan a entender a lo largo de la obra.”


Estas fueron las palabras de quien la obra escribió, dejando perfectamente en claro el amor y la protección que hacia el personaje que creó sintió al exponer de tal manera.

Claro está: que la obra jamás se escribió.


-----------------------------------


Como todo texto mío podría extenderlo 3 años, pero conociéndome, jamás lo haría.

Para Miguel, quien supo comprender que ‘loco’ es un adjetivo que varía dentro del ‘bien’ y el ‘mal’, no negocia, y es igual de humano que quien escribe.

Si, humano, ¡que espanto!.

2 comentarios:

María Ethos dijo...

MIGUE DIJO:

Creo hablar en nombre del comité y de todos los integrantes de la obra (que jamás existió) que:
1) deliberadamente somos gestores de historias.
2) somos humanos
3) no somos tan humanos
4) tratamos de vivir en paz, como los patos.

sobre este comentario.

ergo: todo esto se resume a que visualizo a la persona que escribe tus textos como un señor, gordo, con bigotes y saco con parches en los codos.
aclaracion: SIN anteojos.
aclaracion 2: sos una negación
aclaración 3: es la única aclaracion que va con acento.

Druida del Sur dijo...

Cada vez que un “enfermo” recibe el alta médica que lo hace apto para retornar al trabajo, queda anulada
cualquier pregunta sobre la supuesta necesidad del trabajo. Cada vez que un doliente es tratado (con
sofisticadas técnicas psicoanalíticas, con pastillas de múltiples colores o con algún otro sugestivo placebo)
para que pueda reintegrarse en la “normalidad” de lo invivible, queda reducida a patología la posibilidad
misma de una vida sin Norma. Cada vez “lo ecológico” se asume como nuevo yacimiento de empleo y cada
vez que se reivindica con la bandera de su viabilidad económica, se niega la pertinencia del rechazo de una
producción regida por el valor de cambio que, creciendo sólo para que el plusvalor crezca, genera residuos
con la más “natural” e inevitable mecánica. Cada vez que se glosan las glorias de la igualdad desde la
constatación de la integración de las mujeres en el mundo empresarial, de su incorporación a los ejércitos
o de su masiva inmersión en mundo del trabajo (autónomo o asalariado), se beatifica su definitiva ruina y
su reducción mercantil a cuerpo muerto, tan muerto como el de los varones con los que “se igualan”: fuerza
de trabajo sin más determinación, equiparación en los mecanismos de lo muerto. Cada vez que un
cachorro humano es introducido en la institución escolar normativizada como adiestramiento
(obligatoriamente: ¿dónde quedan experiencias como las de las escuelas libres? ¿quién y por qué ha
procurado el cierre de cuantas experiencias pedagógicas de la creatividad y de la participación se han
intentado?), queda cercenada cualquier posibilidad de un aprendizaje que no esté orientado a la
socialización reproductora. Dinámicas de la continuidad y negaciones de la ruptura posible: eternizaciones
interesadas de un universo en el que se sufre y cuya esclerosis, además, no tiene cura.

(esaaaaaaa)