El hombre se revuelca con su pena, aúlla al unísono el dolor y vierte su llanto cual manantial en caída constante, por entre las sombras se mueve en su cotidianeidad, de amargura su armadura y de ausencia su alimento y cimiento. Poseerán quienes deseen con ambición, el fruto de la voluntar y la devoción, quien pretenda obtendrá, quien continúe llegará. Se dará el hecho, sucederá el revuelvo, el desate y así todo acabará. ‘En el camino está la salvación’.
Finalizado el acto se vuelve a la emulación de realidad, los movimientos son percibidos como sinceros y nada se renueva como cuestionamiento. No habrá duda que espante ni falta de obviedad que incremente el saber.
La entrega interna perduraría en eternidad si se le permitiera, y así sería aún teniendo en cuenta los riesgos, el avance y retroceso que se impondría ... ‘Hay que llegar al fin’ en forma de plegaria se surra incesantemente, como deseo se manifestaba la orden.
Y esa noche.
(Me gustaría no saber de que hablo para comprender de otra manera. Ya me estructuré en quien soy.)
domingo, 21 de septiembre de 2008
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